Clara es una chica extravertida de la provincia de Gasa, Chicanhanine, Mozambique.

Tiene quince años. Vive con su hermana, que es discapacitada, y tiene un hermano que lleva cuatro años fuera por su trabajo en la capital, Maputo.

También es el hombre que mantiene a la familia. Clara estudió en la escuela primaria de Chicanhanine, donde también se graduó en el primer ciclo de secundaria.

Era muy conocida, ya que se la reconocía por su dedicación a los estudios.

Después del grado básico, se adelantó y siguió el grado técnico en la Family Farm school (FFS) de Chicanhanine. En esta escuela, su hermano paga la matrícula cada semestre. Cuando cursó el primer nivel en la escuela, se quedó embarazada a los 14 años. Su embarazo pasó desapercibido durante casi todo el tiempo porque lo mantuvo bien escondido. Al final del curso, sus profesores y compañeros se dieron cuenta de su embarazo.

“Para los responsables de la educación, deshacerse de las estudiantes embarazadas no es una solución”.

Como es habitual ver embarazos precoces en esta comunidad, ella se sentía bien y segura de lo que hacía.

Pero cuando empezó sus estudios en el segundo año con su embarazo ya bien desarrollado, se vio que había empezado a perder la atención en la escuela tanto en los cursos teóricos como en los prácticos debido a la debilidad. Su hermano, que era el responsable de ella, se frustró con el estado de su hermana y el sacrificio que hace. Decidió no pagar más los gastos de su hermana. Como resultado, ella abandonó la escuela, ya que se dio por vencida y se puso a trabajar en el mercado. Decidió vender tomates como actividad económica.

Para los responsables de la educación, deshacerse de las estudiantes embarazadas no es una solución. Es necesario hablar de salud reproductiva y tener un acompañamiento personalizado, porque las retiradas (escolares) están comprometiendo el futuro del país